por Dos veces he sido contratado para tasar     la primera edición del Quijote, pero..


 

AQUÍ HABLO DE UNA DE ESTAS VECES.


LA HISTORIA DE LA OTRA SE PUEDE VER EN "CASOS REALES DE TASACIONES YA REALIZADAS"

 

Diario El Mundo 

Lunes, 7 de febrero de 2005


UN LIBRERO LEONÉS Y LA EDICIÓN "PRÍNCIPE" DEL QUIJOTE.

 

          Los medios de comunicación de toda España hablan estos días de una familia de Murcia que ha descubierto en su casa un ejemplar de la  "Edición Príncipe" del Quijote heredado de un antepasado que viajó mucho por América y lo compró en Cuba. En radio, en televisión y en la prensa diaria se cuenta la historia de un niño de la familia que llevó el libro al colegio para una actividad didáctica sobre El Quijote y fue su profesor quien hizo el descubrimiento. A través de Google, buscando por "quijote murcia", pueden verse fácilmente los numerosos artículos periodísticos que se han publicado.

 

         La edición digital del periódico "La Verdad" de Murcia del pasado día 28 ofrecía la noticia de que un catedrático de literatura "desveló el hallazgo de un ejemplar de la Edición Príncipe, primera publicada del Quijote". El profesor "se atrevía a hacer la afirmación después de haber estudiado detenidamente el ejemplar en colaboración con el Departamento de Literatura del Instituto Valle de Leiva", de Alhama de Murcia. Se trataría de uno de los raros ejemplares de la Edición Príncipe de la obra literaria en español más emblemática y una de las dos o tres más importantes de toda la literatura mundial.

 

             Durante los días siguientes las agencias de noticias y la prensa diaria se han hecho eco del hallazgo del "Quijote de Murcia" con noticias como "un terremoto cervantino recorre Murcia"; "un comité de expertos ¡calígrafos!" de la Administración se desplazaría a Murcia para confirmar la autenticidad del ejemplar; "aconsejan a los dueños que guarden el libro en un banco"; "un hermano de este libro se vendió en Nueva York por 1.200.000 euros y  ahora serían 2.000.000 de euros". Que si la tinta, que si el papel, que si el número de ejemplares conocidos... Entrevistas en radio con el profesor "descubridor", programas de televisión dedicados al asunto... 

 

            No era para menos tratándose de la primera edición del libro más emblemático de nuestra cultura, el Quijote. Y precisamente en el año del Centenario. El revuelo no solamente se había producido en los medios de comunicación sino que lo vivíamos también en círculos de profesionales más directamente relacionados con el libro antiguo: libreros, bibliotecarios, bibliófilos, coleccionistas... Incluso vi a Luis Bardón en la tele respondiendo a preguntas sobre el libro. Para él, como para mí y los demás libreros anticuarios, el hallazgo constituía un gran acontecimiento.

 

           Pero al día siguiente de aparecer la noticia, unas personas me llamaron desde Murcia para encargarme la identificación, tasación y posterior asesoría e intermediación para la venta de un ejemplar del Quijote que según les habían dicho pertenecía a primera edición de 1605. Se habían informado sobre mi y me contrataban bajo la expresa condición de se garantizaría su anonimato. Eso forma parte de mi código de conducta profesional, pero me pidieron que se lo garantizara expresamente.

 

             Se acordó que, como paso previo, yo viajaría a Murcia para proceder a la peritación del libro. Mi dictamen inicial debería reconocer el ejemplar e identificar a cuál de las dos ediciones que hubo en 1605 pertenecía. Una vez establecida indubitablemente la identificación se firmaría un contrato por el que la Librería Anticuaria el Camino de Santiago, de León,  de la que soy propietario,  les representaría ante la Administración Pública, Casas de Subastas o posibles clientes para vender el libro de modo que su anonimato quedara garantizado. Como se puede suponer este encargo para mí era  motivo de gran satisfacción, tanto en mi condición de bibliófilo como en la de librero ¡intervenir en una operación así, nada menos que con la Primera de nuestro inmortal Quijote! El sueño de un librero.

 

             Pero mi gozo quedó en un pozo, como dice el refrán. Resultó que el ejemplar no era de la Edición Príncipe, lástima. Mi contrato se quedaba en nada, aunque la familia me pidió que les representara de todos modos aunque solamente fuera para desmentir la existencia del presunto Quijote Primera Edición de Murcia que resultó ser un facsímil realizado en el s. XIX y muy fácilmente distinguible del original; cualquiera que haya visto unos pocos libros antiguos se habría dado cuenta al instante de que el papel del ejemplar nunca podría haber sido fabricado en el s. XVII.

 

             La polvareda informativa y el consiguiente revuelo los causó el artículo de "La Verdad" de Murcia antes citado, que a su vez se basó en las imprudentes y disparatadas aseveraciones del profesor "descubridor". La familia no tuvo nada que ver con la "presentación" que se hizo del ejemplar. Como tampoco es cierto lo del niño que inocentemente fue con el "tesoro" a la escuela.

 

              Asi fue la historia. Ese ejemplar del Quijote de Murcia, que no es de la Primera Edición pero que también tiene interés bibliográfico y valor comercial, seguirá en la biblioteca familiar. Yo continuaré en mi ocio y mi negocio de los libros antiguos, aunque siempre recordaré esta historia agridulce y tragicómica, a lo mejor hasta quijotesca. ¿Podría ser otra aventura de Don Quijote o quizá, mejor, una de Sancho? Esta historia, como las del Quijote, enseña mucho a los abundantes ilusos que andan por ahí tasando libros como si fuera tan fácil.

 

              Para terminar, tres ideas-propuestas que les hacemos mi amigo Paco Pons y yo:

 

               Primera: lean varias veces el Quijote en cualquier edición que tengan en casa, así sea en la Primera. Nunca terminarán de disfrutarlo.

 

              Segunda: si tienen en casa libros antiguos, háganlos tasar por peritos cualificados. Trabajar como profesor, o bibliotecario, o librero; o ser titulado o doctor en... no implica poseer  ni  los conocimientos ni la experiencia necesaria para tasar los libros.

 

              Tercera:  desconfíe de los que al hablar dicen "este libro es una joya", "tiene un valor incalculable" y cosas parecidas. Todos los libros -y también los antiguos- tienen un valor calculable, pero hay que estar capacitado para ello.